Sobre el concepto de «Smart city»

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Las estadísticas lo muestran bien claramente. A partir de 2011 se produce una explosión en las búsquedas y en el número de noticias que Google publica sobre Smart Cities.

Global trends on «Smart Cities». Fuente: Google trends, 19/8/12

El concepto Smart City siempre me ha parecido muy curioso. Efectivamente, es frecuente oir en congresos y seminarios que no se trata de un concepto bien definido, y que cada uno lo utiliza un poco según sus criterios personales. Hay acuerdo general en que tiene que ver con la utilización de la tecnología y las comunicaciones, con la sostenibilidad, con la calidad de vida en las ciudades,… Pero efectivamente cada uno lo utiliza un poco a su antojo y barre para casa según sus intereses. Por ello, no falta quien piensa que debería establecerse algún tipo de normalización, de forma que todos estuviéramos de acuerdo en un significado concreto, único y universal. Sin despreciar las evidentes ventajas de la sistematización y la normalización, yo creo que en algunos contextos esta falta de definición concreta es uno de los principales atractivos de este concepto, como veremos más adelante.

Por otro lado, no hay un origen claro y bien delimitado del concepto, aunque suele haber bastante consenso en que IBM tuvo mucho que ver. A mi juicio, lo que es claro es que si este concepto no se hubiera acuñado, ahora estaríamos haciendo exactamente lo mismo. Quiero decir que no hacía falta acuñar el concepto para aplicar la tecnología, para buscar la sostenibilidad, para pretender mejorar la calidad de vida en las ciudades, etc. En cambio, aunque el concepto no introduzca grandes cuestiones de fondo, lo que sí genera es un esfuerzo de competitividad muy fuerte: todos los responsables de las ciudades quieren ser más smart (o smarter, para ser puristas) que sus vecinos, lo que les impulsa a mejorar su ciudad con bríos renovados. Y eso, lógicamente, es fantástico para los ciudadanos… Por tanto, como dicen los italianos: Smart City, se non è vero è ben trovato

Ciudad y ciudadanos. El Rastro, Madrid. © F. Rayon, 2011

Es conocido el efecto de urbanización que está ocurriendo en el mundo: la gente se quiere ir a vivir a las ciudades. Las ciudades quieren ser cada vez más atractivas para que esas personas las elijan como su destino, especialmente si aportan talento, creatividad, innovación. Con ello, las ciudades expanden su economía, su administración incrementa ingresos y puede dedicar mayores recursos a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Ello a su vez las hace más competitivas para atraer a más talento, etc. etc. Y es en esta espiral de competitvidad creciente, donde el concepto Smart City juega su papel a fondo. Porque es evidente que estas palabras venden y generan con facilidad presencia mediática para todo responsable urbano que consigue transmitir que su ciudad es una Smart City…No hay más que volver a la primera figura para ver el gran crecimiento de la presencia mediática del concepto. En 19/08/12, al buscar Smart City en Google se encuentran 401 millones de resultados…

Bienvenido sea pues el concepto si efectivamente ayuda a los responsables urbanos a impulsar las mejoras cuanto más rápìdamente y con mayor eficacia mejor. Y dejémosles que utilicen el concepto con un enfoque amplio, flexible y adaptable para poder aplicarlo en cada caso a lo que más necesite su ciudad, dentro de una lógica de prioridad, impacto (coste/beneficio), economía y sostenibilidad.

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